¿Qué clase de monstruos somos, que no podemos nunca decir lo que sentimos ni aceptar oír lo que sienten los demás? Hablar de sentimientos siempre suena cursi. Suena a alguien demasiado sensible para este mundo, incluso a alguien loco que se toma las cosas demasiado a pecho. Pero en realidad, todos somos así, a todos nos importan las cosas y todos tenemos mucho que decir al mundo, pero lo callamos y lo tragamos por miedo a ser juzgados, de la misma manera que nosotros juzgamos a los demás. Y así nos va.
La vergüenza y el miedo coartan, te impiden ser libre. Al vivir en una sociedad individualista (dos palabras que se contradicen, lo dejo caer) no compartimos ni opiniones ni sentimientos, nos avergüenzan los nuestros y los de los demás. Pero, ¿por qué nos empeñamos en parecer máquinas, que ni sienten ni padecen y a los que todo se la trae absolutamente floja? Sí, podríamos ser más felices sin estar enamorados, tristes o enfadados, pero no podemos pretenderlo, porque es así. Somos humanos y los demás nos pueden herir o atraer y aunque finjamos que no, las cosas son así. La mejor manera de actuar sería poder decir lo que uno siente y piensa, sin ofender a nadie claro, pero sin miedo a ser juzgado, siendo todo el mundo tolerante y sabiendo escuchar...JA!
En fin, utopías....
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